Creyeron quedarse con la tierra
pero la sangre fue nuestra,
y será la que salpique las banderas
ondeadas por el viento del pueblo
convertido en huracán,
cortando las alas
y sesgando las yugulares
de quienes osaron
pararle el vals
a Lorca,
de quienes se atrevieron
a convertir
la dignidad de este país
en un abono
del que brotamos
para reencarnarnos
en el fusil
de Trinidad Molina.