Querido señor,
unos le llamarán patriota,
aunque yo le trataré
como a un ser humano.
He sido enterado de la existencia de su local
y en vista de querer
que ese sueño
tan húmedo como nacionalista
siga en pie
aquí van mis ideas de marketing.

A tal simbolismo añejo,
más le pegaba un animal longevo
pues lo que no aporta el cangrejo
lo daría un aguilucho o un cuervo.

La terraza cara al sol,
Y mirando a Dios hasta desfallecer,
pues mejor la insolación
antes que el rojo en la piel.

Y la comida
¡qué decir de la comida!,
ni el mismísimo Cardenal Cisneros
al brasero de la hoguera de un hereje
estaría tan a gusto.

Un eslogan potente,
abrir la carta
y que la patria te enamore:
“Degustaréis
como en el 36”.

En letras rojas y negras
recordando a Primo de Rivera,
para que ese gran tiro de gracia
sea un gracias por el tino.
Así será la comida,
y pasada de facha
-perdón- de fecha.

Ensalada de calamar saharaui
de primero,
y que nunca se ponga el sol
en el imperio de tu boca,
con unas lechugas tan verdes
como los inciviles pescuezos
del garrote vil.

Unos entremeses harán de nexo
hasta el siguiente plato,
disfrutarán de una selección
de «Ibéricos a la división azul»,
una cuidada degustación
de nuestros mejores cerdos,
tan maravillosos
que los exportamos a Alemania.
Simple carne de cañón,
sí, pero exquisita.

Para los amantes del pescado,
que muera la inteligencia,
pero que viva el buen gusto,
la «Lubina al ojo hueco
a lo Millán Astray”
hará las delicias de su paladar
y desfilará
y desfilará de placer,
como si del mejor rebaño se tratara.

Las carnes, como especialidad,
son el elemento fundamental
de esta casa,
por eso les ofrecemos el gran
«Solomillo a lo Carrero Blanco»,
asado lentamente
por nuestros mejores especialistas,
una explosión de sabor
será desatada
en sus papilas gustativas,
y le hará volar alto,
tan alto
como vuela
la dignidad
cuando se habla de justicia.

No pueden irse
sin probar nuestro producto estrella,
con nombre,
con personalidad,
nuestra «Tortilla Francisco»,
deliciosa tortilla de patata
preparada con un solo huevo
e importada
de Alemania.

Por no hablar de nuestros maravillosos postres
tan fríos y gélidos
como un legionario en Stalingrado.

Además del recinto,
precioso,
español,
patriota.

Con trapos que empapelan el local,
esas rojigualdas de esperanzas rotas
y su Águila de San Juan,
que, como todo inmigrante,
tuvo que venir del mar
porque si no, no se explica
que pariera gaviotas,
que por aquí rondan, además
vigilándole el cortijo
a españoles de bien
como usted.

Y nada más,
me despido, como empecé,
con muchas cosas que decir.
Aunque a ustedes les cuidan,
aun así, cuídese,
que la salud es lo más importante,
haga caso a los médicos
y tenga mucho,
mucho cuidado,
con la carne roja.