Otra noche
echándote de menos
sin saber,
durante el día,
cómo amarte.
Otra noche
escarbando entre las paredes
llenas de humedades de mi cráneo,
buscando soluciones imposibles a problemas inevitables,
otra noche
rompiendo los moldes que me servían para más ideas,
para más vidas,
para más salvación.
Otra noche
asfixiando mis ganas de desplegar cortinas,
de vaciarme la felicidad rebosante,
de querer sentir que estoy vivo
mientras se pudren mis raíces
a causa de este fracking emocional,
que quema la miel
que un día
les dio sabor a mis labios,
obteniendo el tesoro de sentir
que en mi cerebro hay un vacío
donde debía haber una carcajada,
y donde ni siquiera
una carcajada sin gracia
tiene cabida.
Otra noche
en la que el colchón interrogante
mendiga las gotas de tu colonia
que rociaba para quedarme dormido pesando en ti,
y era en ese agujero negro
donde mecía mi sueño,
hasta sentir que era tragado
por esa película de bajo presupuesto
que, oníricamente,
proyectaba mi subconsciente,
como único espectador,
de la osa mayor,
ya no me inclinaba a contemplar
tu paladar.

Desde que dejaron de crecer los vientos que sembré
me ahogan estas merecidas tempestades.
Todos los días muero a orillas del Aqueronte,
deseando caer al vértice de este infierno
sin tener que pagarle
el peaje a Carón,
queriendo que la suerte
me responda a esa duda eterna
de por qué la alegría
se cambió las letras
y me dio esta alergia,
por qué perece cada aliento
en cada estación
de cada lustro pasajero,
noctámbulo en una travesía sin horizonte
cuya verticalidad
es tan máxima que casi puedo notar que no ando,
caigo,
a las espumas chocantes de esas rocas
que esperan
el impacto de mi cráneo
y el derrame
de todas mis ocurrencias.

Otra noche
en la que el día
no llega,
y ese bucle me arrastra
segundo tras segundo
mutando
a eternidad tras eternidad,
centrifugado sin piedad
por ese maremoto de zozobras
que me deja a años luz
de la orilla de mis pensamientos.

En lo que el humo se me escapa del aire,
ya no me atrevo a contar las nubes del cielo,
pues el cielo que me abrazaba
ahora me repudia
como si de mí sintiera vergüenza,
ya no mando cohetes de ilusiones a gravedades vacías,
ya no sueño
que dejo de soñar y despierto,
ahora,
simplemente,
ya no duermo.