Yo, yo tan yo,
y tú, tan tú,
tanto,
que me cuesta decir
que me siento taladrado
por esa melodía que suena
cuando nunca
se hace de día.
Que amo
recibir al amanecer
de espaldas.

Todo sea
por seguir a estribor
de ese bote
en el que perecemos
cada noche
deseando
que no se inicie
el día,
y si un día,
sale la luna
que sea por ti.

Y es tan bonito el mundo
cuando no es cierto,
que cada vez
que unimos
el nuestro con otro,
destruimos
un poco más
el pedazo de realidad
que contemplamos
e imaginamos intangible.

Me ocurre
que al soñar me sigo balanceando
en esa belleza taciturna
de idear una lista
de utopías a cumplir
y sumergirme
en ella contigo.
Tan onírica y completa,
y a ritmo de vals.

No sé
qué es más difícil,
si rimar amor
y realidad
o acostumbrarme
a que siga despertándome
tu ausencia.